miércoles, 16 de noviembre de 2011

Otoño francés


Este otoño lo hemos recibido en Francia, recorriendo Bretaña y Normandía. La impresionante belleza del paisaje, la variedad incontenible del color, lo sobrecogedor de los cementerios y las playas salvajes de Normandía, el mar en las ostras, el dulzor en los crepes, la delicadeza de la mantequilla, algunos singulares hotelitos... son los recuerdos que se asaltan de este recorrido en coche desde Madrid a Burdeos, Nantes, Le Mans, Le Mont Sant Michel, Honfleur, Tours, y vuelta con parada en San Sebastián.

jueves, 21 de julio de 2011

La cata florentina

Nunca se sabe si se podrá volver. Pero se dejan cosas para la próxima vez. Dos días en Florencia dan sólo para una brevísima cata, para un aspirar la belleza, para un quedarse con la miel en los labios.

Según el coche va ascendiendo en dirección a la Residencia Michael Angelo, en el Oltrarno, mis ojos buscan desesperadamente el sky line de Florencia, estoy emocionada. Veo de refilón, entre los árboles, las cúpulas, las torres. Doy brinquitos de alegría, la alegría de llegar a una ciudad soñada y aplazada en las ocasiones precisas para llegar a ésta, para que fuera con él.

Dice Tito que el Ponte Vecchio es muchísimo más pequeño de lo que esperaba, a mí sus vetanitas al río me parecen extraordinariamente hermosas, amarilleando y sacándole destellos al paisaje.


Una cuesta empinada me recuerda la gravedad que potencia el peso de mi culo para llegar hasta la plaza de Miguel Ángel. Tito me enseña a subir en zig-zag (reminiscencias de sus ancestros, de los magos del campo). Hace muchísimo calor y aún así logro convecerle para subir un poco más, hasta la iglesia de San Miniato al Monte. Dentro del templo las luces están apagadas así que hay poco que ver pero se agradece el frescor.

Bajamos, disfrutando del paseo, bajamos hasta el Arno, el puente y el bullicio se mezclan con la emoción, con la ligera decepción de encontrar brillantes escaparates luciendo joyas en lugar de perfumistas y alquimistas como el terrible genio Jean-Baptiste Grenouille que nos permitieran seguir soñando con cosas intangibles. 

martes, 5 de julio de 2011

Siena, ¿de qué color es la tierra? 21/06/2011

 Il Campo, la plaza salpicada de gente por los suelos, al amor de la sombra.


Si permaneces en silencio, se escucha el brío de las pezuñas salvajes de los caballos en el Palio.










El color siena, color tierra trepando por las casas, arañando la ropa tendida.





Demasiados coches para no interrumpir la visión. Buscando el “paseo murrusko”, el que va por detrás y lleva a ningún lado, el que descubre la otra cara, la otra pinta de la ciudad. Camino paseo y la plaza del mercado ha perdido los puestos y ha ganado parking. Todo el mundo aparcando en la puerta de casa, el derecho al motor sobre todas las cosas, sobre cualquier mirada. Siena sería sin ellos más roja, más puerta abierta, más lobas por los rincones, más colinas, más nieta de Rómulo.
La luz de este atardecer terroso le favorece a Tito, me parece tan guapo al otro lado de la calle...



atravesamos los viñedos por caminos de tierra, el coche va dejando un manto de polvo tras nuestro paso. la toscana se vuelve agreste y los pueblos siguen encaramándose en la pericosa de toda colina. vamos rumbo a siena, pero antes hacemos una parada en un bello pueblo medieval, san quirico d'orcia. paseamos por sus calles empedradas surcadas por algunos parroquianos y algún que otro turista. inma me compra un sombrero de paja para combatir el calor que empieza a golpear sin contemplaciones. junto a la tienda, unos bomberos rodean a otro que se introduce a través de un agujero en medio de la calle. la escena resulta curiosa. seguimos adelante y en pocas horas nos encontramos a las puertas de siena, justamente, ya que el hotel está a un tiro de flecha de la porta romana. el palazzo di valli nos espera para que pasemos la noche. desde su jardín tenemos una hermosa vista de las murallas de la ciudad. son apenas la cuatro de la tarde y nos aventuramos hacia ella. dejamos el coche en el hotel y afrontamos la caminata bajo el calor que no mengua. al pasar las murallas y creernos inmersos en zona peatonal, cuál no es nuestra sorpresa al ver los coches dueños y amos de todas las calles. no hay aceras, así que no sabemos dónde subir para que no aplasten nuestras uñas de los pies. durante más de cuatro horas la pateamos de arriba abajo y de un lado a otro. subimos escalinatas, bajamos calles estrechas, observamos a los guiris y a los autóctonos, entramos a una catedral donte están esculpidos cienes de rostros de papas -todos con cara de malhechores-, que hacen que blasfeme bajito. el regreso al hotel es a trote lento y pausado. una ducha reconfortante nos abre el apetito. el personal del hotel -amable a más no poder-, nos recomienda un restaurante justo enfrente del mismo, el fòri porta. una camarera de rasgos etíopes nos agasaja. la cena nos sorprende y sobre todo admiramos su bodega, especializada en vinos de la zona, los denominados chianti. en este país se acostumbra a cenar temprano. somos los últimos en dejar el restaurante y el paseo de vuelta por el jardín del hotel cierra un día intenso.



viernes, 1 de julio de 2011

Las uvas de la calma, 20/06/2011

Una suavísima brisa levanta el aroma de la lavanda, una copa de brut y un libro a la caída del sol. Un poco antes, la piscina rodeada de viñedos, un paseo, el campo, las sombras de los cipreses, el espacio, el espacio amplio, la calma, el silencio. Las uvas esperan a septiembre. Falcon Crest sin Ángela Channing, las uvas sin la ira. Nosotros, como si todo fuese nuestro, como si nos hubiésemos ganado tanta paz. Todo esto en Acquaviva, en Villa Grazianella, con el vino nobile de Montepulciano.











en un principio tenía prevista esta escala en castiglione del lago, una localidad a orillas del gran lago situado entre arezzo y perugia, pero desistí al ver que se parecía más a una ciudad de playa que a un entorno de la toscana fílmica. afortunadamente el booking me llevó hasta esta hermosa villa situada en  una zona vinícola, plagada de suaves y onduladas colinas cubiertas de viñedos y de hermosas casas, algunas convertidas en bodegas y otras preparadas para el turismo agrario -como lo llaman allí-. sin duda alguna, esta inflexión en el viaje fue la de mayor paz y relax. perdidos y abandonados por voluntad propia en un inmenso mar verde, sin deseo alguno de que viniesen a rescatarnos. en montepulciano se realizó el sueño de sentir, de vivir, de embadurnarse de la toscana tal cual había sido preconcebido en nuestras mentes antes de llegar a ella. éramos parte de la postal. antes de llegar y cerca de arezzo, hicimos una parada para comer. se trataba de un restaurante atendido por personal descapacitado y con unas pizas de muerte: il rintocco.



martes, 28 de junio de 2011

Serenísima tarde de San Marino, 19/06/2011

La Serenísima República de San Marino nos esperaba encaramada sobre el Adriático. Había desvíos con destino casco antiguo, desvíos que nos hacían discurrir por estrechas y arboladas carreteras, pero que parecían alejarnos de cualquier centro. Sorprendidos llegamos por fin al ¿casco? Preguntamos por nuestro hotel a unos guardias y nos indican algo así como Parking 6. Le digo a Tito que lo habremos entendido mal ¿el hotel en el parking 6, y eso qué significa? Enseguida comprendimos. El centro de San Marino está enclavado en el Monte Titano y según se asciende con el coche se han habilitado parkings para dar acceso a cada una de las zonas amuralladas. Este hotel, el Cesare, tiene una ubicación perfecta, la gente es amable y la habitación muy confortable aunque chiquitita. El extraño ambiente que habíamos encontrado a la entrada, con algunas calles cortadas y policías con traje de gala, se debía a que ese mismo día el Papa visitaba San Marino pero a la hora de la misa nosotros teníamos previsto dormir la siesta. De San Marino, el país más pequeño del mundo, me quedo con el paseo hasta las tres torres, algunas preciosas hadas que compré y que se convirtieron después en motivo de aventura en el viaje y la serenísima tarde que se quedó tras la salida del helicóptero del Papa, que pareció llevarse consigo a todos los habitantes del casco histórico, dejando con su partida un dulcísimo silencio.



quién se imagina un país dentro de otro y de esas proporciones, que además sea el estado más antiguo del mundo. estos temas geográfico-políticos siempre me han intrigado. aprovechando la coyuntura de que íbamos a estar por los alrededores lo incluí en el itinerario. en cuanto nos íbamos acercando y los polígonos industriales y outlets iban desapareciendo, fuimos viendo la bandera blanca y azul. lo que me extrañaba, es que muchas de ellas venían acompañadas de la vaticana, y aunque uno sea respetuoso con estos temas dentro de lo posible, un mini repelús se instaló en mi interior -tengo urticaria a todo lo que tiene que ver con la jerarquía eclesiástica-. me gustó la idea de que el ombligo o capital de un país estuviera instalada en lo más alto del mismo. un país con forma de merengue o suspiro. con la entrada al hotel nos enteramos de que el papa también había escogido ese día para visitar el país, ¡menuda suerte la mía! pero bueno, nos lo tomamos con humor y mientras el entretenía a sus feligreses nosotros dormimos la siesta. al despertar, tres tercios de la gente de cuando llegamos había desaparecido. habrían bajado a los valles del país? lo cierto es que dimos un paseo bajo la tenue luz del atardecer, aún quedaba algo de la tropa -talluditos y orgullosos- que se había encargado de dar las salvas de bienvenida al pontífice; conocimos por algunas esculturas conmemorativas que los nazis habían dejado un intenso bombardeo sobre la colina y disfrutamos de las hermosas vistas desde algunos puntos de la fortaleza. para cenar, y entre las opciones que teníamos, nos decidimos por el restaurante que nos pareció con más encanto cantina di bacco. aunque la comida fue solo correcta, el lugar era precioso y agradable. al día siguiente, dejamos san marino por una carretera comarcal enmarcada de viñedos.

domingo, 26 de junio de 2011

En Staffolo una mariposa se me posó en el dedo gordo del pie. 18/06/2011

Un par de vueltas en coche por Ancona, demasiado tráfico, dificultades para aparcar, se sumaron a las ganas de llegar al primero de los destinos, así que tras una rápida mirada al muelle emprendimos el camino en busca de La Ciminiera. Lo encontramos sin ninguna dificultad en un paraje rodeado de campos de girasoles y viñedos. Nos esperaba Giancarlo Tomassetti, un hombre que a sus 74 años despliega una vitalidad pasmosa. Sin que me dé tiempo a respirar y antes de que Tito baje del coche ya me estaba recomendando un restaurante en el pueblo "buena comida por poco dinero", decía con una risa de lo más franca. Subimos a echar un vistazo a la habitación, veo botellas de agua en las mesillas y paredes anaranjadas, veo una ventana que da sobre un alero del tejado y la vista se pierde entre las colinas, gran cama, un baño sencillo, estoy tan encantada que hasta el zumbido de las moscas en el exterior se me antoja delicioso. Bajamos a ver los jardines, mmmmm, la piscina, las flores por todas partes... Giancarlo nos enseña su última ocurrencia, un spa que se estrenará la próxima semana, da gusto tanto entusiasmo, nos apremia para que nos marchemos a comer, ya ha reservado así que salimos pitando. Me recuerda a mi padre antes de ponerse enfermo, siempre poniendo en marcha nuevas ideas, tienen la misma edad...
Staffolo es un pueblecito tranquilo, a esas horas apenas hay gente por la calle. Del restaurante, La Grotta del Frate, recuerdo sobre todo unos delicados canelones, también una rica ensalada, lástima que el vino que nos había recomendado Giancarlo y que nos venía al pelo, Lunático, se había agotado. La tarde se merecía esperar a que se pusiera el sol en las tumbonas del jardín. Una mariposa se me posó en el dedo gordo del pie. Cambiamos la cena por un par de cervezas en la habitación.

Aquí está Tito con Giancarlo y su esposa en la puerta de La Ciminiera


nada más bajar del avión, alucino con la miniatura de aeropuerto y lo precario de las instalaciones. me daba la sensación de que ancona iba a ser sólo un punto de llegada. así fue al entrar en la ciudad, donde todo parecía encachasado, como bañado de tierra fina. una manita de limpieza no le vendría nada mal a los alrededores del casco. la primera parada en un café para tomar algo después de haber salido de madrid casi de madrugada, nos presenta a un camarero como pasado de rosca e instalado en la inopia; a favor el maravilloso café que despachaba. ante la imposibilidad de llegar hasta el centro a pie, optamos por coger el coche, pero no tuvimos suerte con el aparcamiento. lo que pudimos ver mientras rodábamos por allí tenía otra pinta y se asemejaba más a lo que tenía en mente de una ciudad italiana con cierta historia. quizá repitamos algún día de camino a zadar en loa vecina croacia, ya que está bien conectada por ferry, y podamos descubrir algo interesante en ella que seguro lo habrá. con ganas de enseñarle a inma el lugar que había reservado para pasar nuestra primera noche en italia, tiramos hacia el centro a unos cincuenta kilómetros del núcleo urbano. ya al ir devorando carretera, el paisaje se hizo ameno, intercalando verdes de las viñas y amarillos de los girasoles. y tal cual había visto las fotos de la ciminiera en el booking, aparecía ante nosotros, tras una frondosa arboleda. por la cara de satisfacción de inma supe que había sido correcta la elección del lugar. luego vinieron la charla con giancarlo, el paseo dentro de la fortaleza de staffolo y la comida. éramos los personajes de una de esas películas italianas que recientemente habíamos visto. al regreso a nuestra residencia de ese día, conocimos a natalia, una argentina que llevaba la administración del lugar, quién nos contó un poco de historia del hotel. al despertar de la siesta, decidimos pasar la tarde en el jardín ante las inmensas vistas del valle y los pueblecitos de los alrededores, que como es menester, estaban anclados todos en sendas simas, rodeados de sus fortalezas. justamente allí, disfrutando de aquella paz una mariposa vino a saludar a inma posándose a sus pies.

La Toscana, 18/06/2011

Era el regalo sorpresa de mi cumpleaños y esta vez Tito logró despistarme, creía que íbamos para centroeuropa y llegamos a la puerta de embarque de Ryanair, en la pantalla, destino: Ancona. Y yo ni idea de dónde queda Ancona así que tiro del comodín de la llamada y me entero de que nos vamos a Italia, ¿no será hacia Florencia?, grito, ¿no será hacia Florencia?
Florencia era uno de esos destinos soñados a los que, por unas cosas o por otras, vas dando largas... Pues sí íbamos a Florencia pero el recorrido incluía varios pasos intermedios desde el Adriático al Mediterráneo, desde las Marques a la Toscana, para acabar en Bologna, donde tomar el avión de regreso una semana después.


Las primeras imágenes en mi recuerdo son de campos de lavanda, campos de cereales e inmensas extensiones de viñedos, después, calles rojizas, duomos, torres, murallas y pueblos medievales. El sabor de los vinos, las pizzas, la pasta, los helados y alguna otra sorpresa culinaria. El olor del jazmin, de los fornos, del orégano y los perfumes exquisitos de algunas tiendas. En la cabeza kilómetros de coche, aire cálido, canciones italianas y carreteras sin nombre... un fiat punto y a correr.

como cada cumpleaños, la sorpresa del destino es la clave para este regalo que nos hemos adjudicado desde que empezamos a caminar juntos. inma estaba un poco saturada de mi manía de mezclar ocio y trabajo en los viajes, y en especial mi fijación por los países del este europeo en estos últimos años. aprovechando esta circunstancia, lancé falsas pistas que tenían que ver con países centroeuropeos. pero conocía las ganas que tenía inma de conocer florencia. en base a ello le preparé un recorrido que transcurriera la mayor parte por la toscana que había visto en el cine: viñedos, carreteras comarcales, pueblecitos pintorescos y ciudades ancestrales cargadas de historia. el resultado aquí lo iremos desgranando