martes, 5 de julio de 2011

Siena, ¿de qué color es la tierra? 21/06/2011

 Il Campo, la plaza salpicada de gente por los suelos, al amor de la sombra.


Si permaneces en silencio, se escucha el brío de las pezuñas salvajes de los caballos en el Palio.










El color siena, color tierra trepando por las casas, arañando la ropa tendida.





Demasiados coches para no interrumpir la visión. Buscando el “paseo murrusko”, el que va por detrás y lleva a ningún lado, el que descubre la otra cara, la otra pinta de la ciudad. Camino paseo y la plaza del mercado ha perdido los puestos y ha ganado parking. Todo el mundo aparcando en la puerta de casa, el derecho al motor sobre todas las cosas, sobre cualquier mirada. Siena sería sin ellos más roja, más puerta abierta, más lobas por los rincones, más colinas, más nieta de Rómulo.
La luz de este atardecer terroso le favorece a Tito, me parece tan guapo al otro lado de la calle...



atravesamos los viñedos por caminos de tierra, el coche va dejando un manto de polvo tras nuestro paso. la toscana se vuelve agreste y los pueblos siguen encaramándose en la pericosa de toda colina. vamos rumbo a siena, pero antes hacemos una parada en un bello pueblo medieval, san quirico d'orcia. paseamos por sus calles empedradas surcadas por algunos parroquianos y algún que otro turista. inma me compra un sombrero de paja para combatir el calor que empieza a golpear sin contemplaciones. junto a la tienda, unos bomberos rodean a otro que se introduce a través de un agujero en medio de la calle. la escena resulta curiosa. seguimos adelante y en pocas horas nos encontramos a las puertas de siena, justamente, ya que el hotel está a un tiro de flecha de la porta romana. el palazzo di valli nos espera para que pasemos la noche. desde su jardín tenemos una hermosa vista de las murallas de la ciudad. son apenas la cuatro de la tarde y nos aventuramos hacia ella. dejamos el coche en el hotel y afrontamos la caminata bajo el calor que no mengua. al pasar las murallas y creernos inmersos en zona peatonal, cuál no es nuestra sorpresa al ver los coches dueños y amos de todas las calles. no hay aceras, así que no sabemos dónde subir para que no aplasten nuestras uñas de los pies. durante más de cuatro horas la pateamos de arriba abajo y de un lado a otro. subimos escalinatas, bajamos calles estrechas, observamos a los guiris y a los autóctonos, entramos a una catedral donte están esculpidos cienes de rostros de papas -todos con cara de malhechores-, que hacen que blasfeme bajito. el regreso al hotel es a trote lento y pausado. una ducha reconfortante nos abre el apetito. el personal del hotel -amable a más no poder-, nos recomienda un restaurante justo enfrente del mismo, el fòri porta. una camarera de rasgos etíopes nos agasaja. la cena nos sorprende y sobre todo admiramos su bodega, especializada en vinos de la zona, los denominados chianti. en este país se acostumbra a cenar temprano. somos los últimos en dejar el restaurante y el paseo de vuelta por el jardín del hotel cierra un día intenso.



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