domingo, 18 de marzo de 2012

Bruselas, nubes y chocolate


ocho años después vuelvo a bruselas. quiero enseñar a inma la ciudad en la que viví un intenso y traumático cambio emocional pero sobre todo, conocer el museo magritte abierto hace un par de años. desde siempre he sido un apasionado de todo lo surreal y sobre todo de la manera que tienen los surrealistas de enfrentar al mundo, de los “por qué no” y de sus ansias y maneras de salirse del corsé. aunque faltaban muchas de sus obras punteras, pudimos admirar todas las etapas artísticas del autor, imágenes de su vida, sus palabras incrustadas en los muros. personalmente quedé fascinado por los cortos que realizó con su esposa georgette y que se exhibían a diestra y siniestra, en la antesala de cada una de las tres plantas.

en general, la ciudad la encontré mucho más descuidada que en mi anterior visita: calles sucias, gente pidiendo cerca de las tiendas de grandes firmas, obras... la impresión general era comparable a la de una capital del este como belgrado, se nos caía la idea que traíamos de cómo tendría que ser la capital de la unión europea.
Así que caminamos como siempre lo hacemos cuando vamos de visita. la ciudad se conoce pateándola, saliéndonos de lo trillado por el turismo aunque también formando parte de ello. la fauna es heterogénea: norteafricanos que ejercen de maestros de la palabra a las puertas de restaurantes, africanos del centro de varias generaciones (así lo delata el pasado colonizador de los belgas) en todos los estamentos, y la parte europea, una que declama en francés y otra en neerlandés (al escucharlo parecía que unas palabras se superponían a otras en intricadas escaleras fonéticas). 


¿qué saco en claro de este deambular? galerías de arte y antigüedades, librerías -preciosa la van der elst- con inestimables obras en sus tripas, un cielo precioso a donde se han ido a pastar las nubes de magritte, iglesias con encanto, la galería saint-hubert, museos de dibujos animados, bares añejos, reunión en el bulevar de waterloo de varias decenas de furgonetas con matrículas polacas donde fornidos polacos comen bocatas, un irónico tren “expreso” que va del aeropuerto a la ciudad –una magnífica reliquia y un canto a la incomodidad y al despropósito de lo que debe ser un transporte para viajeros- y una noche calma, fantástica para andarla.


en cuanto a la gastronomía, no salimos muy bien parados. caímos bajo la monótona y cansina palabrería de los vendedores de viandas de la rue des bouchers y sus cazuelas de mejillones. pero nada de nada, el mucho tiempo sobre los fogones dejó más que secos a los bichos de mar. mejor alternativa es pasar a las ostras que sabes que no pasan por el fuego, las de la terrase –en la misma calle- no estaban mal. por la zona aprovechamos para ver a la niña meona -jeanneke pis- y justo enfrente entrar en una de las cervecerías más famosas de la ciudad, el delirium café –solo cervezas, a palo seco, ni un puñadito de manises para acompañar-. el chocolate, la estrella, cientos de templos en toda la ciudad y miles de devotos que entran y salen de ellos cargados de manjares.


domingo, 1 de enero de 2012

Japón inspirador, haciendo boca

¿En qué consiste la inspiración?
Hay una magia que es capaz de transformar las cosas huyendo del artificio, una magia que juega con las cosas sencillas, que encuentra los nexos de unión perfectos entre lo que ya existe en la naturaleza, que estimula la capacidad creativa y parece que de repente todo es nuevo.

Si hace poco hablaba de las delicias que nos sorprendieron en el restaurante japonés Maguro, ahora tengo que referirme a la auténtica inspiración que envuelve la carta de otro japonés, también en Santa Cruz de Tenerife, el Kazan.

Lo que me encanta de la cocina japonesa es precisamente su capacidad para mantener la nitidez de los sabores, la transparencia de cada aroma pero con este menú advertí también cómo esa misma pureza adquiere una versatilidad increíble si se ajusta el nivel de sofisticación de los  platos dejándolos en el vértice del equilibrio.

La tempura de ostras es un ejemplo perfecto de lo que quiero decir. Las ostras me encantan crudas, creo que es uno de esos alimentos en los que funciona el cuanto menos, más. Las había probado fritas (y con ketchup) en Nueva Orleans, un verdadero espanto; la vinagreta de Normandía me pareció más acertada pero igualmente innecesaria; comí ostras en gelatina en Galicia y no me emocionaron... pero he de reconocer que esta tempura me dejó sin palabras por su suavidad y, sobre todo, por el respeto al núcleo.


 Todos los platos que compusieron el menú merecerían un comentario, la ensalada de algas, marisco y calamar, puro frescor, el tartar de atún picante con el subidón explosivo y potente del wasabi, el makiroll tempura con huevas de pez volador, suave y crujiente, el maki asakusa, con el dulzor del  mango restando densidad al salmón... el pastel helado de té verde...

 Pero los dos bocados que me hablaron de pura inspiración culinaria fueron el nigiri de salmón con lima y el nigiri de pez mantequilla y trufa, ambos envolventes y de amplísimos matices. El de salmón hay que tomarlo primero, su muselina de lima quemada es una seda para el paladar; el de pez mantequilla y trufa se apropia de todos los sentidos, es como un estímulo global que se merece todos los aplausos.

No hace falta que recomiende su visita. Yo misma, después de escribir esto y recordar los platos ya estoy deseando volver.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Otoño francés


Este otoño lo hemos recibido en Francia, recorriendo Bretaña y Normandía. La impresionante belleza del paisaje, la variedad incontenible del color, lo sobrecogedor de los cementerios y las playas salvajes de Normandía, el mar en las ostras, el dulzor en los crepes, la delicadeza de la mantequilla, algunos singulares hotelitos... son los recuerdos que se asaltan de este recorrido en coche desde Madrid a Burdeos, Nantes, Le Mans, Le Mont Sant Michel, Honfleur, Tours, y vuelta con parada en San Sebastián.

jueves, 21 de julio de 2011

La cata florentina

Nunca se sabe si se podrá volver. Pero se dejan cosas para la próxima vez. Dos días en Florencia dan sólo para una brevísima cata, para un aspirar la belleza, para un quedarse con la miel en los labios.

Según el coche va ascendiendo en dirección a la Residencia Michael Angelo, en el Oltrarno, mis ojos buscan desesperadamente el sky line de Florencia, estoy emocionada. Veo de refilón, entre los árboles, las cúpulas, las torres. Doy brinquitos de alegría, la alegría de llegar a una ciudad soñada y aplazada en las ocasiones precisas para llegar a ésta, para que fuera con él.

Dice Tito que el Ponte Vecchio es muchísimo más pequeño de lo que esperaba, a mí sus vetanitas al río me parecen extraordinariamente hermosas, amarilleando y sacándole destellos al paisaje.


Una cuesta empinada me recuerda la gravedad que potencia el peso de mi culo para llegar hasta la plaza de Miguel Ángel. Tito me enseña a subir en zig-zag (reminiscencias de sus ancestros, de los magos del campo). Hace muchísimo calor y aún así logro convecerle para subir un poco más, hasta la iglesia de San Miniato al Monte. Dentro del templo las luces están apagadas así que hay poco que ver pero se agradece el frescor.

Bajamos, disfrutando del paseo, bajamos hasta el Arno, el puente y el bullicio se mezclan con la emoción, con la ligera decepción de encontrar brillantes escaparates luciendo joyas en lugar de perfumistas y alquimistas como el terrible genio Jean-Baptiste Grenouille que nos permitieran seguir soñando con cosas intangibles. 

martes, 5 de julio de 2011

Siena, ¿de qué color es la tierra? 21/06/2011

 Il Campo, la plaza salpicada de gente por los suelos, al amor de la sombra.


Si permaneces en silencio, se escucha el brío de las pezuñas salvajes de los caballos en el Palio.










El color siena, color tierra trepando por las casas, arañando la ropa tendida.





Demasiados coches para no interrumpir la visión. Buscando el “paseo murrusko”, el que va por detrás y lleva a ningún lado, el que descubre la otra cara, la otra pinta de la ciudad. Camino paseo y la plaza del mercado ha perdido los puestos y ha ganado parking. Todo el mundo aparcando en la puerta de casa, el derecho al motor sobre todas las cosas, sobre cualquier mirada. Siena sería sin ellos más roja, más puerta abierta, más lobas por los rincones, más colinas, más nieta de Rómulo.
La luz de este atardecer terroso le favorece a Tito, me parece tan guapo al otro lado de la calle...



atravesamos los viñedos por caminos de tierra, el coche va dejando un manto de polvo tras nuestro paso. la toscana se vuelve agreste y los pueblos siguen encaramándose en la pericosa de toda colina. vamos rumbo a siena, pero antes hacemos una parada en un bello pueblo medieval, san quirico d'orcia. paseamos por sus calles empedradas surcadas por algunos parroquianos y algún que otro turista. inma me compra un sombrero de paja para combatir el calor que empieza a golpear sin contemplaciones. junto a la tienda, unos bomberos rodean a otro que se introduce a través de un agujero en medio de la calle. la escena resulta curiosa. seguimos adelante y en pocas horas nos encontramos a las puertas de siena, justamente, ya que el hotel está a un tiro de flecha de la porta romana. el palazzo di valli nos espera para que pasemos la noche. desde su jardín tenemos una hermosa vista de las murallas de la ciudad. son apenas la cuatro de la tarde y nos aventuramos hacia ella. dejamos el coche en el hotel y afrontamos la caminata bajo el calor que no mengua. al pasar las murallas y creernos inmersos en zona peatonal, cuál no es nuestra sorpresa al ver los coches dueños y amos de todas las calles. no hay aceras, así que no sabemos dónde subir para que no aplasten nuestras uñas de los pies. durante más de cuatro horas la pateamos de arriba abajo y de un lado a otro. subimos escalinatas, bajamos calles estrechas, observamos a los guiris y a los autóctonos, entramos a una catedral donte están esculpidos cienes de rostros de papas -todos con cara de malhechores-, que hacen que blasfeme bajito. el regreso al hotel es a trote lento y pausado. una ducha reconfortante nos abre el apetito. el personal del hotel -amable a más no poder-, nos recomienda un restaurante justo enfrente del mismo, el fòri porta. una camarera de rasgos etíopes nos agasaja. la cena nos sorprende y sobre todo admiramos su bodega, especializada en vinos de la zona, los denominados chianti. en este país se acostumbra a cenar temprano. somos los últimos en dejar el restaurante y el paseo de vuelta por el jardín del hotel cierra un día intenso.



viernes, 1 de julio de 2011

Las uvas de la calma, 20/06/2011

Una suavísima brisa levanta el aroma de la lavanda, una copa de brut y un libro a la caída del sol. Un poco antes, la piscina rodeada de viñedos, un paseo, el campo, las sombras de los cipreses, el espacio, el espacio amplio, la calma, el silencio. Las uvas esperan a septiembre. Falcon Crest sin Ángela Channing, las uvas sin la ira. Nosotros, como si todo fuese nuestro, como si nos hubiésemos ganado tanta paz. Todo esto en Acquaviva, en Villa Grazianella, con el vino nobile de Montepulciano.











en un principio tenía prevista esta escala en castiglione del lago, una localidad a orillas del gran lago situado entre arezzo y perugia, pero desistí al ver que se parecía más a una ciudad de playa que a un entorno de la toscana fílmica. afortunadamente el booking me llevó hasta esta hermosa villa situada en  una zona vinícola, plagada de suaves y onduladas colinas cubiertas de viñedos y de hermosas casas, algunas convertidas en bodegas y otras preparadas para el turismo agrario -como lo llaman allí-. sin duda alguna, esta inflexión en el viaje fue la de mayor paz y relax. perdidos y abandonados por voluntad propia en un inmenso mar verde, sin deseo alguno de que viniesen a rescatarnos. en montepulciano se realizó el sueño de sentir, de vivir, de embadurnarse de la toscana tal cual había sido preconcebido en nuestras mentes antes de llegar a ella. éramos parte de la postal. antes de llegar y cerca de arezzo, hicimos una parada para comer. se trataba de un restaurante atendido por personal descapacitado y con unas pizas de muerte: il rintocco.



martes, 28 de junio de 2011

Serenísima tarde de San Marino, 19/06/2011

La Serenísima República de San Marino nos esperaba encaramada sobre el Adriático. Había desvíos con destino casco antiguo, desvíos que nos hacían discurrir por estrechas y arboladas carreteras, pero que parecían alejarnos de cualquier centro. Sorprendidos llegamos por fin al ¿casco? Preguntamos por nuestro hotel a unos guardias y nos indican algo así como Parking 6. Le digo a Tito que lo habremos entendido mal ¿el hotel en el parking 6, y eso qué significa? Enseguida comprendimos. El centro de San Marino está enclavado en el Monte Titano y según se asciende con el coche se han habilitado parkings para dar acceso a cada una de las zonas amuralladas. Este hotel, el Cesare, tiene una ubicación perfecta, la gente es amable y la habitación muy confortable aunque chiquitita. El extraño ambiente que habíamos encontrado a la entrada, con algunas calles cortadas y policías con traje de gala, se debía a que ese mismo día el Papa visitaba San Marino pero a la hora de la misa nosotros teníamos previsto dormir la siesta. De San Marino, el país más pequeño del mundo, me quedo con el paseo hasta las tres torres, algunas preciosas hadas que compré y que se convirtieron después en motivo de aventura en el viaje y la serenísima tarde que se quedó tras la salida del helicóptero del Papa, que pareció llevarse consigo a todos los habitantes del casco histórico, dejando con su partida un dulcísimo silencio.



quién se imagina un país dentro de otro y de esas proporciones, que además sea el estado más antiguo del mundo. estos temas geográfico-políticos siempre me han intrigado. aprovechando la coyuntura de que íbamos a estar por los alrededores lo incluí en el itinerario. en cuanto nos íbamos acercando y los polígonos industriales y outlets iban desapareciendo, fuimos viendo la bandera blanca y azul. lo que me extrañaba, es que muchas de ellas venían acompañadas de la vaticana, y aunque uno sea respetuoso con estos temas dentro de lo posible, un mini repelús se instaló en mi interior -tengo urticaria a todo lo que tiene que ver con la jerarquía eclesiástica-. me gustó la idea de que el ombligo o capital de un país estuviera instalada en lo más alto del mismo. un país con forma de merengue o suspiro. con la entrada al hotel nos enteramos de que el papa también había escogido ese día para visitar el país, ¡menuda suerte la mía! pero bueno, nos lo tomamos con humor y mientras el entretenía a sus feligreses nosotros dormimos la siesta. al despertar, tres tercios de la gente de cuando llegamos había desaparecido. habrían bajado a los valles del país? lo cierto es que dimos un paseo bajo la tenue luz del atardecer, aún quedaba algo de la tropa -talluditos y orgullosos- que se había encargado de dar las salvas de bienvenida al pontífice; conocimos por algunas esculturas conmemorativas que los nazis habían dejado un intenso bombardeo sobre la colina y disfrutamos de las hermosas vistas desde algunos puntos de la fortaleza. para cenar, y entre las opciones que teníamos, nos decidimos por el restaurante que nos pareció con más encanto cantina di bacco. aunque la comida fue solo correcta, el lugar era precioso y agradable. al día siguiente, dejamos san marino por una carretera comarcal enmarcada de viñedos.