domingo, 26 de junio de 2011

En Staffolo una mariposa se me posó en el dedo gordo del pie. 18/06/2011

Un par de vueltas en coche por Ancona, demasiado tráfico, dificultades para aparcar, se sumaron a las ganas de llegar al primero de los destinos, así que tras una rápida mirada al muelle emprendimos el camino en busca de La Ciminiera. Lo encontramos sin ninguna dificultad en un paraje rodeado de campos de girasoles y viñedos. Nos esperaba Giancarlo Tomassetti, un hombre que a sus 74 años despliega una vitalidad pasmosa. Sin que me dé tiempo a respirar y antes de que Tito baje del coche ya me estaba recomendando un restaurante en el pueblo "buena comida por poco dinero", decía con una risa de lo más franca. Subimos a echar un vistazo a la habitación, veo botellas de agua en las mesillas y paredes anaranjadas, veo una ventana que da sobre un alero del tejado y la vista se pierde entre las colinas, gran cama, un baño sencillo, estoy tan encantada que hasta el zumbido de las moscas en el exterior se me antoja delicioso. Bajamos a ver los jardines, mmmmm, la piscina, las flores por todas partes... Giancarlo nos enseña su última ocurrencia, un spa que se estrenará la próxima semana, da gusto tanto entusiasmo, nos apremia para que nos marchemos a comer, ya ha reservado así que salimos pitando. Me recuerda a mi padre antes de ponerse enfermo, siempre poniendo en marcha nuevas ideas, tienen la misma edad...
Staffolo es un pueblecito tranquilo, a esas horas apenas hay gente por la calle. Del restaurante, La Grotta del Frate, recuerdo sobre todo unos delicados canelones, también una rica ensalada, lástima que el vino que nos había recomendado Giancarlo y que nos venía al pelo, Lunático, se había agotado. La tarde se merecía esperar a que se pusiera el sol en las tumbonas del jardín. Una mariposa se me posó en el dedo gordo del pie. Cambiamos la cena por un par de cervezas en la habitación.

Aquí está Tito con Giancarlo y su esposa en la puerta de La Ciminiera


nada más bajar del avión, alucino con la miniatura de aeropuerto y lo precario de las instalaciones. me daba la sensación de que ancona iba a ser sólo un punto de llegada. así fue al entrar en la ciudad, donde todo parecía encachasado, como bañado de tierra fina. una manita de limpieza no le vendría nada mal a los alrededores del casco. la primera parada en un café para tomar algo después de haber salido de madrid casi de madrugada, nos presenta a un camarero como pasado de rosca e instalado en la inopia; a favor el maravilloso café que despachaba. ante la imposibilidad de llegar hasta el centro a pie, optamos por coger el coche, pero no tuvimos suerte con el aparcamiento. lo que pudimos ver mientras rodábamos por allí tenía otra pinta y se asemejaba más a lo que tenía en mente de una ciudad italiana con cierta historia. quizá repitamos algún día de camino a zadar en loa vecina croacia, ya que está bien conectada por ferry, y podamos descubrir algo interesante en ella que seguro lo habrá. con ganas de enseñarle a inma el lugar que había reservado para pasar nuestra primera noche en italia, tiramos hacia el centro a unos cincuenta kilómetros del núcleo urbano. ya al ir devorando carretera, el paisaje se hizo ameno, intercalando verdes de las viñas y amarillos de los girasoles. y tal cual había visto las fotos de la ciminiera en el booking, aparecía ante nosotros, tras una frondosa arboleda. por la cara de satisfacción de inma supe que había sido correcta la elección del lugar. luego vinieron la charla con giancarlo, el paseo dentro de la fortaleza de staffolo y la comida. éramos los personajes de una de esas películas italianas que recientemente habíamos visto. al regreso a nuestra residencia de ese día, conocimos a natalia, una argentina que llevaba la administración del lugar, quién nos contó un poco de historia del hotel. al despertar de la siesta, decidimos pasar la tarde en el jardín ante las inmensas vistas del valle y los pueblecitos de los alrededores, que como es menester, estaban anclados todos en sendas simas, rodeados de sus fortalezas. justamente allí, disfrutando de aquella paz una mariposa vino a saludar a inma posándose a sus pies.

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